Bruce Gilden: “Yo no voy a suicidarme por amar la vida”

Bruce Gilden © Fotografía de Carles Domènec

Bruce Gilden © Fotografía de Carles Domènec

Es uno de los fotógrafos más negros. Sus imágenes tienen algo de escena de cine negro clásico americano. Fotógrafo de calle y miembro de la prestigiosa Agencia Magnum, Bruce Gilden (Brooklyn, Nueva York, 1946) es conocido por asaltar a sus retratados a poca distancia, con su Leica y un fogonazo de Flash. El resultado, casi siempre en blanco y negro, es un primer plano contrastado y aislado del fondo. Es un efecto dramático. Esta entrevista forma parte de una conversación más extensa realizada con el fotógrafo en Mallorca.

¿Son sus fotografías creaciones o documentos?

Documentos pero son mis creaciones. Tratan de la condición de la vida, de personas en relación a la sociedad, del mundo. Cuando empecé a tomar fotografías en la calle no pensaba demasiado en eso, simplemente las hacía. Después me di cuenta de estar manifestándome sobre el mundo que me rodea y sobre la sociedad. Este mundo no es maravilloso.

No veo optimismo en sus imágenes. ¿Es simplemente una decisión técnica ya que el drama suele ser más fotogénico?

No lo sé decir. Creo que hay humor en mis fotografías. La mayoría de mis imágenes son de gente mediana edad. Son más personajes. Me interesan cosas que no son normales. En Nueva York es fácil porque tienes mucho material pero hay que ser muy rápido. Haití es más exótico. Me he ido reflejando en mis fotografías. No estoy interesado en el mainstream. Lo peor sería llegar a un sitio donde todo tuviera el mismo aspecto. Busco siempre la diferencia.

¿Cómo era Brooklyn cuando era un niño?

Estaba bien. Dejé Brooklyn cuando tenía ocho años. Nos mudamos a Queens, Jugaba en la calle, iba en bici, me metía en peleas. Mi padre tenía aspecto de gánster. Existe una relación entre mi fotografía y mis padres. Había cosas que me podían herir mucho. Crecí en un escenario de gánsteres donde no se hablaba demasiado. Y, a la vez, idealicé a mi padre lo que originó una combinación bastante dolorosa. Me di cuenta a los 40 años que mis fotografías, con mi estilo, eran una forma de regresar a mi padre. Era inconsciente. Si lo hubiera sabido, no habría funcionado. Soy muy intuitivo. Pienso mucho pero no de forma intelectual. Hay que ser libre. Me gustaban los deportes; mi padre los odiaba. Yo era un buen jugador de baseball. Mi padre venía a verme, con su puro. Él me quería y me dio lo que necesitaba pero lo más importante es la parte emocional.

¿La fotografía rompió algo en relación a su padre?

Yo solía conducir un camión para él en Nueva York. Él me financiaba. No me tenía que preocupar por cómo ganar dólares. Una vez me increpó delante de la gente y le dije que si lo volvía a hacer dejaría el camión. Lo hizo y me dediqué a conducir un taxi. Cuando empecé a tomar fotografías también empecé a estudiar interpretación en el Acting Studio. Me compré unas cámaras Nikon y Miranda. Tenía unos 19 años. En mis clases de fotografía vi fotos que había hecho yo sólo, era la primera vez que hacía algo yo sólo, a parte de los deportes. Me gustó. Era la época de Blow up. No me gusta Antonioni de esa época pero esa película situaba la fotografía en la primera línea. Una noche tuvimos que interpretar algo de Shakespeare. Yo no podía hacer nunca eso. Y seguí con la fotografía.

¿Aceptaría que alguien le diera una susto y le hiciera una fotografía a poca distancia con un potente flash para publicarla a nivel internacional?

Me daría igual. Yo lo hago. ¿Por qué me debería preocupar? Esa es la razón por la que encuentro hipócrita a Henri Cartier-Bresson, tomaba fotos de todo el mundo y se enfadaba cuando era retratado. Había una exposición sobre su trabajo en China en los 70 en el Metropolitan. Yo no usaba nunca el flash. Un amigo me dijo que tenía una cámara con flash y quería tomar una foto de Cartier-Bresson. Al final le dije que me dejara la cámara. Le hice una foto y, a los pocos minutos, cuando Cartier-Bresson había terminado con los chinos, me preguntó la razón de mi retrato. No recuerdo la conversación. Me pareció hipócrita. No me gusta ser fotografiado pero en cierto modo me halaga. Es divertido: hay gente que me asalta y me toma una foto. Me hace gracia porque tratan de copiar mi estilo.

¿Es usted intrusivo?

No me importa lo más mínimo. Es mi teatro. Es la calle. Ellos fuman cigarros y hacen cosas que no me gustan. La calle es libre. Lo único que me preocupa es si algún retratado se violenta contra mí. Aparte de eso no tengo otra moral.

¿Ha tenido problemas de gente que haya intentado agredirle?

Algunas peleas. Soy bueno en lo que hago. Yo miro a la gente a los ojos. Yo no hago nada malo con mis fotos. Una vez estaba impartiendo un taller en Madison Avenue (Nueva York) y recibí un golpe en un ojo. Tuvimos una fuerte pelea después de una fotografía. Alguien que me persiguió y me hizo un corte en el cuello. Tuve que ir al hospital. La cámara se rompió. No quiero explicar todo lo que pasó, fue duro.

¿Podría realizar mejores fotografías si fuera invisible?

Por supuesto.

¿Está seguro? En sus imágenes, interactúa con las personas que retrata, forma parte de la fotografía.

Sí, pero tengo un ego. Son situaciones que controlo y retrato. Tiene todo que ver con el momento. A veces fotografías a gente que has visto antes durante años. Invisible o no, estaría usando el flash. No es una cuestión de reacción de horror frente a mí sino el efecto del flash. Da un efecto más fuerte pero no creo que transforme la situación.

¿Qué relación tiene con su trabajo el cine americano clásico de los años 50?

Mucha, también el cine ruso de Eisenstein. Vi mucha televisión en blanco y negro cuando era un niño. Me gustan esas imágenes singulares que cuando las combinas resultan una visión global.

¿Cuáles son su fotógrafos favoritos?

Lisette Model. Me gusta Shomei Tomatsu. Hay también hay fotógrafos que no me gustan y que me influyeron de otra manera pero no los mencionaré.

Muchas de sus fotos no son lo que parecen, juega con los equívocos.

Para mí tiene que funcionar. Soy como un director que debe controlar la situación. Escojo lo que soy, mi manera de trabajar, lo que quiero tener delante. No me preocupa el equívoco. Es mejor construir imágenes que sugieran historias. Tengo una visión, un punto de vista. Es el mundo que construyo. Busco la parte oscura de la vida.

Diane Arbus

Diane Arbus

Su fotografía es muy masculina, llena de adrenalina. En las fotografías de Diane Arbus hay puntos en común porque los personajes son muy fuertes en ambos casos pero su aproximación es muy diferente. Entraba en las casas de los retratados. No es mi estilo. Una mujer, tiene más facilidad para eso. Usas las características de la persona que eres o que quieres ser. Diane Arbus es más cruel que yo, toma a sus personajes y los usa como una herramienta. Mi gente son símbolos. Ella desnuda a sus personajes. En una de mis primeras exposiciones en Nueva York, un crítico dijo que yo era cruel y me hizo pensar en un proceso de autodefensa, pero llegué a la conclusión de que Arbus lo es aún más. La foto del gigante judío me gusta mucho pero no se puede ser más cruel: dos pequeños adultos miran a su hijo con horror, son dos padres mirando con admiración al niño que mide 8 pies, y él es un jodido freak.

¿No puede Arbus ser más sensible?

Tú eres sensible porque percibes eso pero no creo que sea ser sensible. No entiendo tu argumento. Tus padres miran con cara de horror. No estoy denigrando la foto pero ella es mucho más dura que yo. Mis fotos no son tristes. Arbus siempre se auto retrata y nadie en sus fotos está feliz porque ella no lo era. Era una pobre niña rica y probablemente se sentía culpable por ello. Yo no soy una persona feliz pero tampoco infeliz. Hay una gran diferencia.

¿Habla de vitalidad?

No soy optimista pero soy vital. No estoy contento con la vida pero, al doblar la esquina, espero que suceda algo. Creo en mi habilidad. Nadie me podrá batir. Yo no voy a suicidarme por amar la vida. Es todo lo que tengo. Soy un luchador. Nike me contrató hace dos años e hice el trabajo con la pierna destrozada. Y lo hice. Soy optimista en realidad. Si no lo fuera, habría dejado la fotografía hace mucho tiempo. Lo hago todo a mi manera. Sin besarle el culo a nadie.

Carles Domènec.



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